Hestia (Ἑστία) es la diosa griega del fuego doméstico y la protectora de los hogares. Su nombre significa, precisamente, el hogar donde se encienden las llamas. Era la hija mayor de Crono y Rea y, por tanto, la primera que devoró su padre al nacer. Pero, además, fue la última de los hermanos crónidas en ser liberada por Zeus, por lo que también se considera a Hestia la más joven.

Hestia era amable, pacífica y generosa, también con los desconocidos, a los que daba la bienvenida al hogar. Además, era la protectora de las familias. Se decía que de los 6 hijos de Rea y Crono, Hestia fue la que descubrió cómo construir casas, por lo que todos los humanos habrían de adorarla en sus hogares como agradecimiento por tener un techo bajo el que dormir y protegerse de los peligros del mundo exterior.
El papel de la diosa Hestia en la mitología no es enorme, ni tampoco es normalmente considerada una de los 12 dioses olímpicos, pero al pertenecer al grupo de los 6 hermanos divinos, merece que conozcamos su interesante historia.
Dos pretendientes divinos
Los dioses Poseidón y Apolo se enamoraron locamente de Hestia, y fueron muy decididos a conquistarla. Estaban seguros que, ante semejantes galanes, la diosa no podría resistirse. Pero Hestia había tomado la firme decisión de permanecer soltera, así que rechazó a ambos pretendientes. ¡Menudo chasco! Para que quedara claro, hizo jurar a Zeus que ningún otro dios iba a cortejarla y que ella no se casaría nunca.

Diosa augusta, la pretendían Posidón y Apolo. Pero ella no accedía, sino que con tesón se negó y pronunció un solemne juramento que cumplido se haya, cogiendo la cabeza del padre Zeus que lleva la égida: doncella ser por todos los días, divina entre las diosas.
Homero. Himno V a Afrodita.
Zeus estaba orgulloso de la decisión de su hermana y le concedió su ansiada soltería. Además, permitió que el primero de los sacrificios que se ofreciera a cualquier dios fuera dedicado a Hestia.
A ésta el padre Zeus le concedió un hermoso regalo a cambio del matrimonio: y en medio de la casa se sienta recibiendo las ofrendas más selectas, en todos los templos de los dioses se le rinden honores y entre todos los mortales es la más venerada de las diosas.
Homero. Himno V a Afrodita.
En agradecimiento a Zeus, Hestia se encargaría a partir de entonces de cuidar el fuego del hogar de su hermano, identificándose así con la tranquilidad doméstica y el bienestar de los habitantes de la casa.
Príapo y su extraña maldición
Como en muchos otros casos, existen varias versiones sobre el origen de Príapo (Πρίαπος), un dios menor de la fertilidad y protector de los jardines y las huertas. Se creía, además, que protegía a los humanos contra el mal de ojo y su presencia garantizaba buenas cosechas.
Parece ser que Afrodita, diosa del amor y la belleza, tuvo un romance con Zeus, en el transcurso del cual se quedó embarazada. Hera, que era la mujer de Zeus, temerosa de que la criatura tuviera la hermosura de su madre y el poder de su padre, decidió castigarle. Tocó el abultado vientre de Afrodita y así deformó al niño, que nació con un gigantesco pene que siempre estaba en erección.
En otra versión el romance era entre Afrodita y Dioniso, el juerguista dios del vino. En una ocasión el dios tuvo que marchar de viaje a la India, ocasión que Afrodita aprovechó para engañarle con otro (¿Zeus? ¿Hermes? ¿Adonis?). Hera se enteró de la infidelidad, pues parece ser que Afrodita y Dioniso iban en serio, por lo que hizo pagar a la diosa su engaño. El resultado fue el mismo que en el mito anterior: Príapo nació con un pene desproporcionadamente grande y Afrodita, abochornada, lo escondió en el bosque para que le criaran unos pastores. De ahí viene la vinculación de Príapo con el mundo rural y las huertas.
La fiesta de Rea

La cuestión es que, en una ocasión, Rea, la madre de Hestia y sus 5 hermanos, organizó una memorable fiesta que juntó a un montón de gente: dioses, ninfas, sátiros… Todos los dioses salían con unas cuantas copas de más, incluida la dulce Hestia. En un momento dado, la diosa se quedó dormida en los jardines, buscando algo de paz. Príapo aprovechó la ocasión para acercarse, sin estar muy claro si sabía que la bella durmiente era Hestia o pensaba que era una delicada ninfa. Lo que sí era cierto es que intentó abusar de ella. Justo en ese momento un burro rebuznó, despertando a Hestia y poniéndola a salvo.
Esta misma historia la cuenta Ovidio en sus Fastos, pero la protagonista en vez de ser la diosa Hestia es la ninfa Lotis (Λωτίς).
¿Cómo se representa a Hestia?
La diosa griega Hestia aparece representada como una mujer joven que luce una túnica amplia y la cabeza siempre está cubierta con un velo. Como Hestia es el fuego doméstico, en ocasiones su presencia se representaba simplemente como el hogar, o una mujer atendiendo las llamas.

Tras el fracasado intento de seducción de Príapo, Hestia se identificaba con el asno que le había puesto a salvo. En las celebraciones se adornaban estos animales con guirnaldas de flores y participaban en las procesiones. También los cerdos son de gran importancia para Hestia, ya que con su grasa se alimentaba el fuego sagrado.
Tal y como había ordenado Zeus, en los banquetes se ofrecía el primer y el último trago de vino a Hestia. Además, sus ofrendas consistían de los primeros frutos de cada recolección, aceite, agua y vacas de un año de edad.
Hestia, que en las mansiones elevadas de todos, inmortales dioses y hombres que por tierra caminan, puesto permanente obtuviste (honra de primogénita) y así ganaste un hermoso premio y honor: que no hay sin ti fiestas entre los mortales, si no es que, al principio y al final, quien abre el banquete en honor a Hestia liba vino dulce cual la miel.
Homero. Himno XXIX a Hestia.
Los nombres sagrados de la diosa Hestia
Hestia Poliolbus, o lo que es lo mismo, «Hestia llena de bendiciones». Aparece así en un tapiz egipcio del siglo VI d.C, una de las representaciones más tardías de la diosa. En el tapiz acompañan a Hestia una serie de niños maravillosos:
- la riqueza, que es Pluto (Πλοῦτος), el hijo de Deméter y Yasión;
- Eufrósine (Εὐφροσύνη) o la alegría;
- Eulogia (εὐλογία) que sería la alabanza;
- Talia (Θαλία) o la abundancia;
- también la virtud o Areté (ἀρετή); y
- finalmente el progreso o Procope (προκοπή).

Hestia bouleia hace referencia a la boulé, el consejo administrativo de cada una de las ciudades griegas. Hestia era el alma del consejo, ya que su fuego sagrado se encontraba en el centro de cada una de sus reuniones, se le ofrecían sacrificios rituales y era cuidada por todos los participantes.
El culto a Hestia
El pritaneo
El culto a Hestia estaba muy extendido en la antigua Grecia, ya que se le rendía homenaje tanto en los templos de los demás dioses como en las casas particulares y edificios públicos. El fuego público se custodiaba en un lugar llamado pritaneo (Πρυτανεῖον), que era el centro de la administración local, donde se reunían los magistrados y gobernantes, se almacenaba el grano y se recibía a los altos dignatarios que visitaran la ciudad. La llama se mantenía siempre viva y era atendida por el rey local o miembros de su familia, es decir, los personajes más insignes de la sociedad de la polis.

Si cada ciudad contaba con su propio pritaneo, toda Grecia podía considerar el pritaneo de Delfos el hogar de todos. Delfos era el lugar de peregrinación más destacado del mundo griego, y la propia Hestia era la responsable del fuego sagrado del templo.
Hestia, que del soberano Apolo, el que hiere de lejos, la sacra morada en Pito divinal cuidas, siempre tus trenzas destilan húmeda pomada.
Homero. Himno XXIV a Hestia.
La boulé y los pritanos
El pritaneo era el lugar donde se asentaba la boulé (Βουλή): el conjunto de 50 magistrados que formaban el consejo local, la clave de la democracia de las polis griegas. Los pritanos, que era como se llamaba a los miembros de la boulé, ofrecían sacrificios a la diosa Hestia cuando accedían al pritaneo y, a cambio, la diosa les brindaba su protección. El hogar de Hestia en el pritaneo servía como asilo sagrado para todos aquellos visitantes que lo solicitasen. De su cuidado se encargaban los pritanos, que actuaban como anfitriones de todos los extranjeros que llegaban a la ciudad.

Cada vez que se fundaba una nueva ciudad, se traía una antorcha con el fuego sagrado de una población anterior para instalarlo en el nuevo pritaneo. Los ciudadanos ponían el máximo cuidado en que el fuego no se extinguiera ya que, en caso de perderse, no podía volver a encenderse de cualquier manera. ¡Era un fuego sagrado!
A pesar de que Hestia era el fuego sagrado que estaba, prácticamente, en todas partes, no se conocen templos dedicados en exclusiva a la diosa Hestia en Grecia.
Hestia en los hogares
En las casas la presencia de Hestia también era fundamental: era la diosa de lo doméstico. El hogar donde se ubicaba el fuego era el centro de reunión de la vivienda, la única fuente de calor, donde se cocinaba y transcurría la vida. La sociedad griega esperaba que las mujeres de la casa atendieran personalmente el fuego doméstico, tanto para su uso cotidiano en actividades del hogar como para ofrecer sacrificios a Hestia y que ésta les brindara sus favores. Se consideraba una señal de malísima suerte si el fuego se apagaba, ya que creían que Hestia había dado la espalda a esa familia.

Hestia vs Vesta
La situación cambiaba en Roma. Allí Hestia era conocida como Vesta, y contaba con un templo de gran importancia que conservaba el fuego perpetuo.
Para los romanos el fuego era esencial, ya que en las casas particulares era alrededor suyo que se reunían los miembros de la familia y los invitados. Los sacrificios que se ofrecían a los dioses solían ser arrojados a las llamas del fuego familiar. Vesta, como diosa del hogar junto a los espíritus y genios domésticos Penates, Panes y Lares, era una divinidad de gran relevancia en todas las clases sociales romanas, ya que consideraban que ella era la que conseguía que las llamas los fuegos familiares se mantuvieran vivas permanentemente.

¿Pero como llegó Hestia / Vesta a ser tan popular en Roma?
Viajemos un poco más en el tiempo. En una intriga palaciega, el rey Amulio de Alba Longa iba a matar a su sobrina Rea Silvia porque estaba embarazada de gemelos. En principio esto no parece razón para matar a nadie, pero es que Amulio no quería herederos de ningún tipo, por lo que obligó a Rea Silvia, su única descendiente, a convertirse en sacerdotisa de Hestia / Vesta, lo que implicaba un voto de castidad de varias décadas. Al enterarse de que la joven esperaba unas criaturas que, a todas luces, le iban a arrebatar el trono, el tío Amulio montó en cólera y puso precio a la cabeza de Rea Silvia.
La futura madre pidió ayuda a Hestia / Vesta, quien salvó a los gemelos de una muerte segura dejándolos al cuidado de una loba. Con el tiempo los niños crecieron, siendo conocidos como Rómulo y Remo, los hermanos que fundaron la ciudad de Roma. Numa Pompilio, hijo de Rómulo, agradecido a Hestia / Vesta, fundó en la nueva capital el gran templo en su honor.
Las vírgenes vestales
Las sacerdotisas de Hestia / Vesta eran conocidas como vírgenes vestales, ya que no podían casarse ni mantener relaciones en los 30 años que duraba su compromiso de servicio a la diosa. El celibato era sagrado y, en el caso de que alguna de las vestales incumpliera su casto compromiso, el castigo era tremendo. Lo más habitual era que fueran enterradas vivas, aunque algunas desafortunadas fueron obligadas a beber plomo hirviendo.

El bienestar de las sacerdotisas de Vesta era fundamental para los romanos: creían que si algo les pasaba a ellas o al fuego que custodiaban, una gran catástrofe caería sobre su civilización. El 1 de marzo se renovaba el fuego sagrado, coincidiendo con las celebraciones del año nuevo.
Festival de las Vestalia
Normalmente el santuario estaba cerrado al público con la excepción del festival de las Vestalia, entre el 7 y el 15 de junio. En esos días únicamente las matronas podían visitarlo, demostrado gran humildad con las cabezas cubiertas y llevando sus pies descalzos. Al terminar las Vestalia se volvía a cerrar el templo y se purificaba con un ritual de limpieza. Todas las basuras, consideradas símbolos de mala suerte, se tiraban al río Tíber.