Tras la Titanomaquia, Zeus, Poseidón y Hades echaron a suertes cómo repartirse el mundo. Podría pensarse que Hades fue el que salió perdiendo, puesto que en el sorteo el recibió el Inframundo: el reino de los muertos.
Pero, ¿cómo se llegaba al Inframundo? ¿Era realmente tan oscuro y tenebroso como imaginamos? ¿Era posible escapar de allí? ¿Con quiénes se podrían encontrar los muertos en su último viaje?
La corte de Hades
Hades no era malvado ni violento, pero sí temido por todos ya que nadie tenía ganas de encontrarse con él pronto. Lógico, ¿verdad? Él no admitía engaños como hacerse pasar por muerto, y castigaba severamente a los que cometían tales tropelías.
Gobernar un reino tan vasto y en constante crecimiento de población como el Inframundo es una tarea titánica. Hades era el rey y señor de ese imperio, pero para llevar a cabo todas sus tareas contaba con la ayuda de una serie de dioses y criaturas que desempeñaban distintos papeles.
Tánatos
Tánatos (Θάνατος) es el dios de la muerte o, mejor dicho, es la muerte misma. Su origen es muy antiguo, ya que es uno de los hijos de Nix (Νύξ), la noche, una de las deidades primigenias o protogenoi que surgieron de Caos. Tánatos tenía un hermano gemelo llamado Hipnos (Ὕπνος,) que personificaba el sueño. Es lógico imaginar a esta pareja unida, ¿verdad?
Tánatos se asocia con la muerte tranquila: era él el que venía a recoger el alma del difunto cuando le llegaba su hora de forma natural. Existían otros dioses que se encargaban de hacer este trabajo si el último aliento se producía en circunstancias violentas o criminales.
La imagen de Tánatos fue cambiando con el tiempo. Originalmente se le representaba como un hombre con barba y armadura completa. Al ir pasando los siglos, Tánatos rejuveneció, convirtiéndose en un atractivo chico con alas y finalmente en un niño. Solía llevar espada y, en ocasiones, una antorcha colocada hacia abajo, símbolo de la vida que se apaga.
Para los romanos, Tánatos era Mors.
La pelea entre Tánatos y Heracles
Admeto (Ἄδμητος) era el rey de Feras y protegido del dios Apolo, que le había hecho varios favores a lo largo del tiempo. Un día, las Moiras, que eran las diosas del destino, decretaron que había llegado la hora de Admeto. Pero ¡él no quería morir! Apolo convenció a las diosas de que le libraran de su destino si encontraba a algún voluntario que muriese por él. Su mujer, Alcestis (Ἄλκηστις) se ofreció voluntariamente para el sacrificio.
Apareció Tánatos, dispuesto a cumplir con su trabajo y llevarse a Alcestis al Inframundo. Pero en ese momento, Admeto cambió de opinión: no quería que su esposa muriera, pues entonces no podría seguir viviendo con alegría. Heracles, viejo amigo de Admeto, llegó al palacio del rey. Enterado del asunto, decidió ir en busca de Tánatos para recuperar a Alcestis. El dios de la muerte era muy escrupuloso en el cumplimiento de su deber, así que Heracles tuvo que hacer uso de su fuerza colosal y enfrentarse a él. El héroe fue vencedor de la pelea: Tánatos tuvo que liberar a Alcestis y Admeto se quedó tranquilo.
Hipnos
Al igual que su gemelo Tánatos, Hipnos también residía en el Inframundo. Todas las noches salía junto a su madre Nix a recorrer el cielo: ella traía la noche y él el sueño. Estaba casado con Pasitea (Πασιθέα) que era una de las Gracias o Cárites. Pasitea representaba la relajación y la meditación.
Además, Hipnos es el padre de los Oniros, que son los ensueños.
El aspecto de Hipnos era el de un hombre joven. De su pelo nacían unas pequeñas alas. Suele llevar amapolas consigo, ya que son unas flores conocidas por su poder narcótico. También se le representaba con una rama empapada en agua del río Lete, el río del olvido.
En la mitología romana Hipnos es conocido como Somnus.
Hera e Hipnos
El matrimonio entre Hipnos y Pasitea fue orquestado por Hera, diosa del matrimonio y esposa de Zeus. En aquel entonces, Hera estaba inmersa en la larga batalla que supuso la guerra de Troya. La diosa apoyaba a los griegos frente a los troyanos y, naturalmente, quería que ganaran la contienda. Zeus había pedido en vano a los dioses que no se involucraran en la guerra de los humanos, así que Hera necesitaba distraerle para darle algo de ventaja a los suyos. Solicitó a Hipnos que durmiera a Zeus a cambio de un trono de oro que fabricaría su hijo Hefesto, pero el dios del sueño lo rechazó. Hera subió la apuesta y le ofreció la mano de Pasitea, que Hipnos aceptó sin dudar.
Hera y Zeus subieron al monte Ida y allí, Hipnos sumergió al rey de los dioses en un profundo sueño. Rápidamente fue a Troya y pidió a Poseidón que incrementara la presión sobre los troyanos aprovechando que Zeus estaba dormido. Los griegos consiguieron una gran ventaja, Zeus jamás se enteró de lo que había pasado e Hipnos se casó con Pasitea.
Hipnos, Tánatos y Sarpedón
Sarpedón (Σαρπηδών) era hijo de Zeus y Laodamía, o tal vez de Europa, no está muy claro el asunto. En esta historia, Sarpedón estaba luchando como un valiente en la guerra de Troya en el bando de los troyanos cuando fue asesinado por Patroclo. Zeus estaba dispuesto a salvar la vida de su hijo, pero Hera le recordó que otros hijos de dioses también estaban peleando y muriendo en la guerra y sus padres no les salvaban.
Aún así, Zeus envió a Apolo a recuperar el cadáver de Sarpedón y entregárselo a Tánatos e Hipnos. Los gemelos llevaron el cuerpo a Licia, donde había nacido y se construiría un templo en su honor.
Hécate
Hecate (Ἑκάτη) era una diosa bastante antigua. Sus abuelos pertenecían a la primera generación de Titanes, ya que eran Febe – la abuela materna- y Crío -su abuelo paterno-. Los padres de Hécate fueron Perses (Περσης) y Asteria (Αστερια). Hécate era, por tanto, prima hermana de los dioses olímpicos Apolo y Artemisa, puesto que su madre, Leto, era hermana de Asteria.
Las funciones de Hécate
Bueno, hechas las presentaciones, sigamos con las funciones de Hécate, que también eran variadas y bastante importantes. Hécate velaba por brindar su apoyo hasta la victoria a aquellos que le rendían culto. Está asociada con la luna, los cruces de caminos, y ¡las puertas! Tanto las reales como las metafóricas… Pasar de un espacio tiene una clara relación con atravesar las barreras que pueden conducirnos a otro estado, incluso al Inframundo. A partir de aquí la cosa se vuelve un poco siniestra. Hécate era una poderosa hechicera, experta en hierbas, brujería y pociones mágicas. También fue madre y maestra de algunas de las más renombradas magas y brujas de la mitología: Circe, Medea, Pasifae…
Su interés por las plantas llevó a Hécate a trabajar estrechamente con Deméter. La amistad se intensificó cuando la diosa estaba desesperada buscando a su hija Kore, siendo Hécate una de las divinidades que había oído gritar a la joven al ser raptada. Una vez se solucionó el asunto y Kore se convirtió en reina del Inframundo como Perséfone, Hécate decidió quedarse con ella.
Normalmente se representa a Hécate con un par de antorchas encendidas para iluminar el camino. También suele aparecer acompañada por perros, serpientes, las llaves de la puerta y una rueda. Pero lo más curioso de Hécate es que es una diosa triple: cuenta con tres cuerpos completos y tres caras, todas ellas mirando al exterior.
Las Erinias
A veces las Erinias ( Έρινύες) son consideradas hijas de Hades y Perséfone, otras se cree que nacieron de la sangre de Urano, por lo que serían hermanas de Afrodita. Es más, para algunos autores eran hijas de Nix. En cualquier caso, eran tres criaturas:
- Alecto (Άληκτώ), que significa la implacable. Castigaba los delitos morales.
- Megera (Μέγαιρα), cuyo nombre quiere decir la celosa. Castigaba las infidelidades.
- Tisífone (Τισιφόνη), era la vengadora del asesinato. Castigaba los crímenes de sangre.
La imponente apariencia de las Erinias era totalmente adecuada para no dejar títere con cabeza mientras realizaban su trabajo. Estos seres tenían serpientes entre los mechones de su pelo, los ojos inyectados en sangre y podían volar gracias a sus alas de murciélago. Completaban el atuendo con antorchas y látigos para poder castigar a los criminales.
Las Erinias eran extremadamente estrictas en el cumplimiento de su tarea. Perseguían al infractor sin cesar ni atender a ningún tipo de explicación o atenuante que pudiera librarle del castigo. No permitían que nadie quedara impune, volviéndole loco con su incesante tortura. Por esta razón los romanos las bautizaron como Furias, que viene del latín furor o locura.
Existía un remedio para acabar con el castigo de las Erinias. El acusado habría de someterse a rigurosos ritos de purificación y superar alguna prueba que las hermanas consideraran digna.
Tisífone y Citerón
Pero ni siquiera las Erinias eran capaces de resistirse a las flechas de Eros y el poder del amor de Afrodita. Tisífone, la vengadora de los asesinatos, se enamoró del rey Citerón (Κιθαιρών) de Platea. El monarca, horrorizado por el aspecto de Tisífone, la rechazó en varias ocasiones. Hubo un momento en que ella se hartó de los regios desplantes, así que se arrancó una serpiente de su cabeza y, furiosa, se la arrojó. Citerón murió rápidamente por la mordedura de la víbora.
Orestes y las Erinias
Orestes (Ὀρέστης) fue uno de esos personajes de la mitología griega que tampoco lo tuvo nada fácil. Precisamente porque a todos nos gusta un buen drama, la historia de Orestes protagonizó varias tragedias.
Sus padres eran Agamenón (Ἀγαμέμνων) y Clitemnestra (Κλυταιμνήστρα). Él era rey de Micenas y ella la hermana de Helena de Troya. Al comenzar la famosa guerra, Menelao, el marido de Helena, pidió a su hermano Agamenón ayuda. Comandando el ejército griego, Agamenón se plantó en Troya para la batalla. Mientras tanto, Clitemnestra empezó una relación con Egisto (Αίγισθος). Agamenón tampoco volvió solo de la guerra: le acompañaba Casandra (Κασσάνδρα), la princesa adivina.
Si esto ya de por sí puede parecer una situación familiar compleja, la cosa estaba a punto de complicarse aún más. Clitemnestra y Egisto asesinaron a Agamenón. Casandra no estaba presente pero, como era adivina lo vio todo y pidió ayuda, aunque nadie la creyó. También vio que su destino era la muerte, así que acudió a enfrentarse a él. Clitemnestra y Egisto se coronaron reyes de Micenas.
Bueno, ¿y Orestes? Resulta que el joven no estaba en la ciudad cuando se cometieron los crímenes. Pero cuando llegó… ¡Uf! La rabia le hizo terminar con la vida de su madre y su amante, completando así el círculo de destrucción y barbarie familiar. Las Erinias no podían quedarse de de brazos cruzados, así que persiguieron a Orestes sin descanso. Cuando estaba a punto de volverse loco, fue juzgado en el Areópago y, gracias al voto decisivo de Atenea, fue absuelto de su crimen. Las Erinias, por fin, se calmaron.
Caronte
Caronte (Χάρων) es el barquero del Inframundo. Los recién llegados al Más Allá debían pagarle una moneda para poder ser transportados a la siguiente etapa. En el caso de haber sido enterrados sin la moneda u óbolo (ὀβελός) reglamentaria, las almas se quedarían vagando por la orilla del río Aqueronte durante 100 años. Pasado ese tiempo, Caronte accedería a cruzarles gratis.
Al igual que muchos de sus vecinos en el Inframundo, Caronte también era hijo de Nix y Érebo. Su aspecto era el de un hombre mayor con barba y bastante feo. Vestía una larga túnica con capucha o bien lucía un alto sombrero cónico.
Caronte y Psique
En algunas ocasiones, Caronte llevó en su barca por los ríos del Inframundo a algunos personajes que estaban vivitos y coleando. Fue el caso del héroe Heracles, quien descendió a reino de Hades para completar el último de sus 12 trabajos. O el músico Orfeo, que fue capaz de encandilar a Caronte con la melodía de su arpa cuando iba buscando a su esposa muerta.
Psique (Ψυχή) fue otra de las rarísimas visitas que recibían en el Inframundo. La joven era la mujer más hermosa del mundo y estaba muy enamorada de Eros. La pareja vivía muy feliz sin que ella conociera la identidad de su amante, hasta que, animada por sus hermanas, decidió averiguarlo. Al encender una lámpara de aceite en la habitación donde dormía Eros, una gota del ardiente líquido cayó sobre él, hiriéndole. El dios fue a refugiarse en casa de su madre, Afrodita, quien se enfadó terriblemente con Psique por el daño que le había hecho a su pequeñín.
La diosa del amor encargó a Psique una serie de terribles tareas como castigo, con la clara intención de quitársela de en medio. La última y más peligrosa consistía en bajar al Inframundo, donde Psique habría de pedirle un poco de su belleza a Perséfone y subírsela a Afrodita en una cajita. La joven decidió que la mejor manera de llegar al Inframundo era muriéndose, así que subió a lo alto de una torre para arrojarse desde allí arriba. La torre se compadeció de la desafortunada muchacha. Le dijo que preparada dos monedas para Caronte y dos pasteles para Cerbero y que, bajo ningún concepto, los perdiera, o no podría abandonar el Inframundo jamás.
Melínoe
Melínoe (Μελινοε) era hija de Perséfone y Zeus, quien se disfrazó de Hades para seducirla. Como consecuencia de esta unión, Melínoe tenía la mitad del cuerpo blanco y luminoso como su padre, y la otra mitad oscura como la reina del Inframundo.
Menecio y Acálafo
Ascálafo (Ἀσκάλαφος) era hijo del río Aqueronte y atendía las huertas de Hades. Fue él quien dijo a los dioses que Perséfone había tomado las semillas de granada que el rey del Inframundo le había ofrecido en su primera estancia con ellos. Era tradición que, si alguien probaba alimento en el reino de Hades, el vínculo que se formaba era irrompible y el individuo jamás podría abandonar el Inframundo. Deméter, la madre de Perséfone, se enfadó muchísimo con Ascálafo, y le castigó ocultándole bajo una enorme piedra.
Por su parte Menecio (Μενοίτιος) era el encargado de cuidar los rebaños de Hades en el Inframundo. Tuvo un encontronazo con Heracles cuando éste bajó al Más Allá en la última de sus 12 tareas:
(Heracles) también hizo rodar la piedra de Ascálafo. Para proporcionar sangre a las almas mató a una de las vacas de Hades, por lo que el pastor que las apacentaba, Menetes (Menecio), hijo de Ceutónimo, lo desafió a luchar. Heracles, cogiéndolo por la cintura, le rompió las costillas, pero a instancias de Perséfone lo dejó.
Pseudo Apolodoro, Biblioteca. Libro II.
Heracles había liberado a Ascálafo de la piedra, pero su castigo no había terminado aún. Perséfone, o tal vez Deméter, le convirtieron en un búho el animal que siempre vigila en la oscuridad.
Oniros
Los Oniros (Ὄνειροι) son los ensueños, y suele considerárseles hijos de Hipnos. Los sueños eran muy importantes en la antigua Grecia: los consideraban ventanas a un mundo desconocido y misterioso pero que también reflejaba la realidad. Los sueños se interpretaban como profecías de lo que estaba por venir, o mensajes que se enviaban desde el Inframundo.
Los Oniros vivían en una cueva del Inframundo, rodeada por las tinieblas de Érebo. Todas las noches salían de allí hacia el mundo de los mortales, volando con sus alas de murciélago. Aunque eran más de mil hermanos, los más famosos eran tres:
- Morfeo (Μορφεύς), cuyo nombre quiere decir «forma». Se aparecía en los sueños de los reyes tomando forma humana para traerles mensajes de los dioses. Esto a Zeus no le gustaba, así que castigó a Morfeo por revelar secretos divinos a los hombres. Por esta razón, Morfeo a veces traía sueños verdaderos y otras sueños falsos, lo cual confundiría y complicaría las decisiones que se tomaran a partir de un sueño.
- El siguiente hermano era Fobétor (Φοβήτωρ) era el encargado de traer las temidas pesadillas. Adquiría la forma de un animal o de un monstruo que asustaba a los durmientes. Su nombre significa «el que da miedo».
- El más pequeño era Fantaso (Φάντασος) y adquiría la forma de todos los objetos inanimados que «decoran» los sueños: rocas, el agua, la madera, el suelo… Podría decirse que cumplía la función de ser el escenario y el atrezzo. Pero todos estos elementos confundían a los humanos, nublando el significado del sueño, por eso Fantaso es la «fantasía».
Moiras
Las Moiras (Μοῖραι) eran las diosas del destino. En sus manos estaba la vida de los mortales, representada por un hilo. Cuando nacía una persona, las Moiras preparaban el hilo y lo iban siguiendo a lo largo de la vida, teniendo en cuenta las acciones y consecuencias de los actos vividos.
A las tres hermanas Moiras los romanos las llamaban las Parcas:
- Cloto (Κλωθώ) era la hilandera. Preparaba el hilo de la vida en con su rueca y huso. En Roma se llamaba Nona, ya que las futuras madres la invocaban durante el noveno mes de embarazo.
- Láquesis (Λάχεσις) o «la que echa a suertes». Su función eran medir el hilo para saber cuán larga iba a ser la vida de la persona. En latín es Décima.
- Átropos (Ἄτροπος) era la inexorable. Manejaba las tijeras y cortaba sin temblar cuando había llegado el fin. Los romanos la llamaban Morta, o sea, la Muerte.
Macaria
Macaria (Μακαρια) literalmente significa «bendecida» y su función era traer una muerte tranquila y en paz. Podía haber llevado a las almas a las Islas de los Afortunados (Nesoi Makarioi en griego). En época bizantina (siglo X d.C.) se consideraba a Macaria hija de Hades, aunque no se especifica quién era su madre.
Keres
El papel de las Keres (Κῆρες) era totalmente opuesto al de Tánatos: estas terribles hermanas eran el espíritu de la muerte violenta y cruel. Recogían las almas de aquellos que habían perecido en una batalla, asesinados, en accidentes o por enfermedad. Cuanto más truculenta hubiera sido la muerte, más se alegraban las Keres.
Sus padres eran Nix, la noche, y Érebo, las tinieblas. Trabajaban mano a mano con las Moiras y con su hermano Moros (Μορος), que representaba el destino.
¿Cómo llegaban las almas al Inframundo?
El tema de la muerte en la antigua Grecia era algo complejo: podría compararse con un viaje en varias etapas hasta que el alma del fallecido llegara a su destino final. En primer lugar, para que el proceso se iniciara, la persona tenía que morir, claro. Entonces aparecía Tánatos y recogía su alma, llevándola hasta el lugar donde tuvieran lugar los ritos funerarios. A continuación, venía Hermes, en su faceta de psicopompo, que se encargaba de acompañarla y custodiarla hasta la orilla del Aqueronte. El alma se subía a la barca de Caronte: con él viajaría a través de los ríos del Inframundo, previo pago del peaje correspondiente. Finalmente, el espíritu sería juzgado y, en función del resultado del juicio, se le asignaría un lugar u otro en el reino de Hades.
¿Qué es psicopompo?
En mitología y religión, un psicopompo (ψυχοπομπóς) es cualquier ser que acompaña a las almas de los muertos hacia el Más Allá, el Cielo o el Infierno. La palabra griega viene de psyché (ψυχή), que significa alma, y pompós, que es el que guía.
En el caso concreto de la mitología griega, los psicopompo son, principalmente, Hermes y Tánatos, aunque también Caronte tiene la función de conducir a las almas de un lugar a otro.
Los ríos del Inframundo
El paisaje del Inframundo era de todo menos aburrido. El reino de Hades, envuelto en las tinieblas de Érebo, estaba surcado por 5 ríos, a cada cual más peligroso y aterrador. Había zonas espeluznantes, como el Tártaro, y otras algo más tranquilas como los Campos Elíseos. El que un alma terminara eternamente en una región u otra dependía de lo honorable, bondadosa y heroica que hubiese sido su vida. Ya puedes imaginar cuál es la moraleja de este cuento, ¿verdad?
Estigia: el río del odio
Para los antiguos griegos los elementos geográficos, como montañas, ríos y mares, eran divinidades en sí mismas: normalmente estaban en su forma paisajística pero, a veces, adquirían un cuerpo más «real». Lo mismo ocurría con los ríos del Inframundo. Estigia (Στυξ) es uno de éstos ríos, pero también es una diosa. Era la mayor de las Oceánides, hijas de los titanes Océano (Ωκεανος) y Tetis (Τηθυς). Durante la Titanomaquia, la guerra de 10 años en la que los dioses olímpicos acabaron con el reinado de los titanes, Estigia se puso de parte de Zeus. Sus hijos Nike (Νίκη), Bia (Βία), Crato (Κράτος) y Zelo (Ζηλος) aportaron su valor y dedicación para llevar a los olímpicos a la victoria.
Se creía que Estigia daba 7 o 9 vueltas al Inframundo, y que su nacimiento estaba en el río Aqueronte. Era conocida como el río del odio, un verdadero lugar de castigo y penurias. Como agradecimiento por el papel jugado durante la Titanomaquia, se estableció que los juramentos realizados sobre el nombre de Estigia serían lo más sagrado. Si alguien osaba romper una promesa hecha sobre Estigia, sería obligado a beber de sus aguas y perdería el habla durante 7 largos años.
Aqueronte: el río del dolor
Los muertos accedían al reino de Hades cruzando el río Aqueronte (Ἀχέρων), el río del dolor, en la barca de Caronte. Se enterraba a los muertos con una moneda u óbolo bajo la lengua para poder pagar al barquero; en caso de no tenerla, su sombra vagaría durante 100 años por las orillas del río hasta que Caronte accediera a cruzarles gratis. Por tanto, el Aqueronte suponía una barrera física entre el mundo de los vivos y el Inframundo.
El Aqueronte había sido maldecido por el propio Zeus. Durante la Titanomaquia, sus enemigos y tíos titanes bebían de sus aguas para recuperar fuerzas y continuar con la lucha. Como castigo, Zeus volvió al Aqueronte negro y amargo.
Los restos del necromanteion u oráculo de los muertos de Éfira (Tesprotia) están en la confluencia de los ríos Aqueronte y Cocito, una región que se consideraba, tradicionalmente, una de las entradas al Inframundo.
Flegetonte: el río de fuego
El Flegetonte (Φλεγέθων) o Piriflegetonte (Πυριφλεγέθων) es conocido como el río de fuego. Era un afluente del Aqueronte y estaba muy vinculado al Tártaro, la región más profunda y tenebrosa del Inframundo. Se creía que algunos de los que tenían la desgracia de acabar allí sus días serían castigados a bañarse en las aguas hirvientes del Flegetonte.
Cuándo Deméter convirtió a Ascálafo en búho por haber asegurado que su hija Perséfone había tomado una granada del Inframundo, roció la cabeza del chivato con agua del río Flegetonte:
Ascálafo vio, a quien un día se dice que Orfne, entre las Avernales ninfas no la más desconocida, del Aqueronte suyo parió en sus espesuras negras; lo vio y, con su delación, del regreso, cruel, la privó. Gimió hondo la reina del Erebo, y al testigo una profana ave hizo, y asperjada su cabeza con linfa del Flegetonte, en pico y plumas y grandes ojos la convirtió. Él, de sí privado, de fulvas alas se viste y en cabeza crece y se encorva a largas uñas, y apenas mueve esas plumas nacidas por sus inertes brazos y un feo pájaro se vuelve, nuncio del venidero luto, el indolente búho, siniestro presagio para los mortales.
Ovidio. Metamorfosis. Libro V, 539-550.
Cocito: el río del llanto
El Cocito también atravesaba el Tártaro, y era uno de los lugares donde se castigaba a los asesinos. Al igual que el resto de ríos, Cocito era hijo de Océano. Además, era el padre de la ninfa Mente (Μένθη) quien vivió un romance con Hades antes de que éste se casara con Perséfone.
Para los romanos, el Cocito era el principal de los ríos del Inframundo.
Lete: el río del olvido
Lete (Ληθη), el río del olvido, surcaba una amplia llanura y pasaba muy cerca del hogar de Hipnos, al que estaba muy vinculada. Todo aquel que bebiera de sus aguas caería en una especie de sopor mental que les hacía olvidar las experiencias pasadas. Las almas que estaban en los Prados Asfódelos bebían de Lete, olvidando quiénes habían sido en su vida humana. Es más, la propia diosa Deméter tuvo una mala experiencia con su hermano Poseidón, y también terminó bebiendo del río del olvido.
Lete parece tener un doble origen. Por un lado es un río del Inframundo, por lo que sería hija de Océano. Pero también es la personificación del olvido, siendo una ninfa cuya madre era Eris (Ἔρις), la diosa de la discordia.
Tártaro
Es la zona más profunda, oscura y recóndita del Más Allá. Según Hesíodo, había la misma distancia entre el cielo y la tierra que del Hades al Tártaro (Τάρταρος). A pesar de lo lejos que estaba, el Tártaro era una zona sorprendentemente transitada. En el principio Urano, el cielo, encerró allí a los hijos que tuvo con Gea, la tierra, que no le gustaban nada. Eran los Cíclopes y los Hecatónquiros y a su padre le parecían horrorosos y poco dignos de su linaje. Más tarde, Crono liberó a estos hermanos para luchar contra su padre Urano y derrocarle. Una vez cumplieron su papel, los volvió a encerrar en el Tártaro.
En la siguiente generación, Zeus pidió ayuda a los Cíclopes: había que arrebatarle el poder a su padre Crono, que era un tirano que había devorado al resto de sus hijos. Los Cíclopes accedieron y les hicieron a Zeus y sus hermanos Hades y Poseidón unos regalos increíbles para pelear contra Crono y los Titanes en la Titanomaquia. Esta guerra terminó con la era de Crono, quien fue arrojado al Tártaro junto a sus hermanos titanes.
Otros personajes de menor alcurnia también quedaron por toda la eternidad en el Tártaro. Ixión, Sísifo, Piritoo, las Danaides… sus graves pecados y ofensas a los dioses les aseguraron horribles castigos sin fin.
Tártaro es una deidad primordial, siempre ha estado allí ya que se originó a partir de Caos, que era el principio de todo. Además, tenía sus propios hijos, como los monstruosos Tifón y Equidna.
Los Prados Asfódelos
Los Prados Asfódelos eran unas inmensas praderas donde crecía una de las plantas representativas de Hades y símbolo de los muertos en la antigua Grecia: los asfódelos. Por aquí paseaban las almas de aquellos que habían llevado una vida correcta y sin sobresaltos: ni eran muy buenos, ni tampoco muy malos.
Los habitantes de los Prados Asfódelos bebían agua del río Lete para olvidar su vida mortal, tanto las cosas buenas que quizá podrían añorar ahora que estaban muertos, como las posibles «maldades» que hubieran llevado a cabo.
La existencia que llevaban las almas en los Prados Asfódelos era totalmente neutral y extremadamente sencilla, sin emociones o alicientes de ningún tipo.
Los Campos Elíseos
¡Dichosos los que llegaban aquí! A los Campos Elíseos (Ἠλύσιον πεδίον) llegaban las almas más felices, los héroes más valientes y los mortales más justos. Aquí los humanos gozarían de una plenitud similar a la de los dioses, una inmortalidad alegre y despreocupada como la que tenían Zeus y compañía en el Olimpo.
Los Campos Elíseos se situaban al oeste, en unas islas bañadas por Océano, en las que siempre brillaba el sol. También se las conoce como Islas Afortunadas (μακάρων νῆσοι) o Islas de los Bienaventurados. El gobernante de este fabuloso lugar era Crono quien, consiguió salir del Tártaro y ser ascendido a rey de las Islas. Menudo cambio…
El juicio a las almas
Durante un tiempo, eran los propios hombres los que se juzgaban a sí mismos, decidiendo quiénes habían llevado una vida justa y merecían ir a las Islas Afortunadas y quiénes terminarían por toda la eternidad en el Tártaro. Pero Hades y sus ayudantes se dieron cuenta de que algunos hombres malvados se hacían pasar por justos, engañando a los jueces; mientras que otros, merecedores de una vida eterna más tranquila, no alcanzaban su objetivo. Hades, que a fin de cuentas era un dios imparcial, habló con su hermano Zeus para buscar una solución.
Lo mejor sería que los hombres superaran ese último juicio una vez muertos, y que los jueces hubiesen abandonado también el mundo de los vivos. De esta forma, al mostrarse únicamente las almas desnudas no había posibilidad de engaños ni distracciones mediante el disfraz de las apariencias y el juicio sería justo para todos.
Zeus seleccionó a tres de sus más nobles hijos para que asistieran a Hades en este trance. Éaco (Αἴακός) juzgaría a los europeos, Radamanto (Ῥαδάμανθυς) a los asiáticos y la última palabra la tendría Minos (Μίνως). Los tres habían sido en vida reyes conocidos por su gran sentido de la justicia.
Así, en el Inframundo griego sólo entrarían los muertos muy muertos y cada cual ocuparía el lugar que le correspondiese.